Historia de un chico Cholista en un país de fútbol y Tiki Taka

Hace dos meses, por fin, pude retomar la actividad deportiva que más me gusta, el fútbol.
En una cosa estoy seguro: que durante estos meses de confinamiento y pandemia, debido a la Covid-19, el deseo de lanzar una patada a un balón se ha mantenido constante. Yo (Fabrizio) cada semana cojo mi bicicleta, recorro 7 km en esta extraordinaria ciudad (Valencia) y me presento puntual a la cita semanal del fútbol de ocho.

La anticipación
En el camino al campamento universitario, me siento cargado y eufórico. Es como ir a una primera cita con la chica que te gusta. ¿Va a estar bien? ¿Voy a quedar bien? ¿Voy a impresionar?
Mil preguntas y una sola certeza, en esa hora de juego todo el mundo se detiene. Todo el estrés desaparece, todo el cansancio semanal desaparece, sólo se respira aire y hierba sintética.
En el trayecto que recorro, puntual como un reloj suizo, el semáforo rojo delante del Estadio Mestalla (la casa del FC Valencia): ¡que joya!
Quizás algún día pueda pisar la hierba del juego y oír gritar mi nombre…
Mi sueño de una carrera de futbolista se desvanece con el clic del verde en el semaforo: regreso a la realidad y recuerdo que, a casi 30 años, mi carrera en el mundo del fútbol nunca despegará.

Unos minutos y comienza
Siempre es bueno llegar 15 minutos antes.
En primer lugar, te puedes calentar bien: o mejor, tratar de ser serio durante 2 minutos pero al final siempre termina conmigo en la puerta (sí, soy un portero) y los presentes a tirar.
En segundo lugar. Cada semana conoces gente nueva. Además de los habituales compañeros de fútbol de 8, llegan siempre chicos nuevos.
El fútbol es también esto: integración y respeto hacia tu oponente, y es bueno hacer amistad.
Por ejemplo, el último partido parecía España contra el resto del mundo.

El partido
Para España, por supuesto eran todos españoles. Todos amantes del «tiki taka». Para los menos expertos, con el término «tiki-taka» se indica un estilo de juego del fútbol nacido y difundido preferentemente en España, caracterizado por una larga serie de pasos próximos a una altura reducida y llevados a cabo con extrema calma (gracias a Wikipedia).
Para el resto del mundo: 2 argelinos, 1 francés, 2 austríacos, 1 argentino, 1 serbio y yo (italiano).
El gran problema inicial que hay que superar es la barrera lingüística: ¿en qué idioma nos comunicamos? ¿En inglés? ¿En español?
Al final se opta por el español, pero en cuanto empieze el partido cada uno utilizará su idioma y hablara el idioma del fútbol.

El epílogo
El resultado final cuenta poco, a veces se gana y otras veces se pierde (la última vez, en honor a la crónica, hemos ganado).
Por lo que me concierne, lo importante es vivir el momento. Conocer y hacer nuevos amigos con gente de todo el mundo. El fútbol es confrontación. Este deporte te enseña a respetar a tu oponente y a ti mismo. El fútbol ayuda a desenchufar y no te hace pensar en lo cotidiano. Sólo tú, el balón y otros 15 idiotas en casacas verdes y negras persiguiéndose a sí mismos en un rectángulo verde.

Tercer tiempo
En este período histórico donde todo, para bien o para mal, te falta, la hora de juego te devuelve todo.
Como si nunca hubiera pasado nada, como si fuera cualquier martes de un año sin la ansiedad de la «positividad».
Me gustaría dar las gracias a los chicos del FC Urban, los organizadores, porque tuve la oportunidad de volver a poner los zapatos en los pies.

El regreso a casa
El regreso a casa es un lento pedalear por la ciudad. Como siempre pasa, y créanme si digo siempre, el semáforo delante del Mestalla es rojo (ah, parece extraño decirlo pero yo simpatizo con el Levante, los primos no populares).
Al ver el estadio pienso con alegría en el partido. Cansado y feliz regreso en 20 minutos a casa.
Al clic del verde en el semaforo esta vez las sensaciones son diferentes de la ida.
Empiezo mi pedaleo pensando: «¡Qué suerte vivir en esta fantástica ciudad que cada día me está entrando en la piel!»

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